Fue un domingo por la tarde cuando, mirando las noticias, escuché que un volcán había erupcionado en Guatemala. Inmediatamente me comuniqué con un amigo que vive allá para preguntarle acerca de la magnitud del desastre. Él con mucha calma me respondió: “No es tan grave. El Volcán de Fuego siempre se mantiene en erupción.” Yo estaba muy preocupada porque en dos semanas mi iglesia estaría viajando a ese país para un viaje misionero que habíamos estado planificando por más de un año.
A continuación me comuniqué con el coordinador del viaje para preguntarle si esto afectaría nuestros planes. Él dijo que todo seguía igual, excepto que ahora necesitábamos estar ahí más que nunca para prestar ayuda a quienes más lo necesitan. Al siguiente día pedí oración por mi iglesia en el culto que se realiza cada mañana en las oficinas de Escrito Está. Minutos más tarde, el gerente general, Jesse Johnson, se me acercó para ofrecer su apoyo al proyecto de misión. ¡Fue una bendición!
Al llegar a la zona de desastre rápidamente descubrimos que no fue una pequeña erupción. La devastación iba más allá de lo que podíamos imaginar. Cuando entramos a la comunidad de San Miguel los Lotes para grabar un programa con el pastor Robert Costa, nos dimos cuenta que el pueblo entero había quedado sepultado. Mi corazón se conmovió al ver a varios sobrevivientes llegando a lo que un día fue su casa, y decirnos desconsoladamente… “Aquí quedó enterrada mi madre. No logró escapar.”
Me acerqué a un caballero para preguntarle qué había perdido en esta erupción. Él respondió: “Solo quiero contar a mi madre y a mi esposa. Si me pongo a contar a mis tíos, primos y demás familiares, sería más de cuarenta personas las que perdí. Pero ni siquiera lo quiero pensar. Es mucho el sufrimiento.”
Mientras caminábamos por los escombros, del suelo todavía salía humo y la tierra se sentía caliente. El olor a muerte y azufre era demasiado fuerte. Yo no podía dejar de preguntarme por qué las personas no escaparon a tiempo. Algunos contaron que sus seres amados no fueron advertidos a tiempo. Otros mencionaron que como el volcán era tan activo, no tomaron las señales de advertencia con seriedad. Por eso muchos pensaron que era suficiente encerrarse dentro de sus casas para sentirse seguros. Tristemente no fue suficiente. Hoy la cifra de muertos se desconoce. El gobierno nacional sugiere que son aproximadamente 300 fallecidos, mientras que varios sobrevivientes sugieren que son miles. Es imposible desenterrar todos los cuerpos, así que nunca sabremos realmente cuántos son.
Según el director de comunicaciones para la CONRED, la coordinadora nacional para la reducción de desastres, advertir a las personas para que puedan evacuar a tiempo es un desafío. Las leyes de Guatemala no permiten que el gobierno pueda enviar mensajes de texto gratuitos para advertir a la gente sobre algún peligro. Debido a su ubicación, Guatemala es un país de alto riesgo a sufrir desastres naturales, incluyendo terremotos, inundaciones, huracanes, deslaves y erupciones volcánicas. La mejor manera para evitar la pérdida de tantas vidas es manteniendo a las personas apartadas de zonas de riesgo y de entrenarlas para que puedan detectar el peligro.
Hoy, el camino a la recuperación es largo y difícil. Cientos se encuentran en albergues aguardando la señal para ser trasladados a hogares de transición. El gobierno tendrá que encargarse de mover a las personas a una zona de menos peligro. Pero nadie sabe realmente lo que les espera. Muchos han perdido la confianza en su gobierno. Es por eso que ahora es cuando más necesitan escuchar acerca del pronto regreso de Cristo y de las mansiones que Él fue a preparar para nosotros. Lo maravilloso es que el pueblo guatemalteco tiene un corazón sensible y dispuesto a depositar su confianza en Dios.
Durante nuestra visita a Guatemala tuvimos la oportunidad de compartir el amor de Dios y un rayo de esperanza en medio del dolor. Gracias al apoyo de Escrito Está, pudimos atender a 4.000 personas en nuestras clínicas de salud. Se entregó medicamento, incluyendo 750 pares de lentes. También se distribuyeron 100 barriles de 55 galones para personas que se habían quedado sin agua. Doce familias que se quedaron en la calle recibieron carpas para tener un techo donde dormir cada noche. También regalamos 600 camisetas con el mensaje “Dios es amor”, para que las personas recuerden que son amadas por un Dios de misericordia y bondad. Finalmente, se otorgaron 68 becas para que niños afectados por la erupción pudieran retomar sus estudios en la escuela local.
Fue una bendición ser parte de este viaje. Agradezco al ministerio Escrito Está por todo el apoyo que brindó en esta emergencia y a cada donante que respondió rápidamente para suplir las necesidades de este pueblo. Esto es amor en acción. ¡Gracias por su apoyo incondicional! Y mientras Escrito Está se prepara para celebrar 25 años de servicio a Dios, tenemos planes de regresar a Guatemala en el 2019 para continuar compartiendo el amor de Cristo y la esperanza de un nuevo comienzo.