Por Jenny Maita
El amor eterno, la vida en pareja, el vivir juntos hasta que la muerte los separe, se ha convertido en una tarea difícil de cumplir para muchas personas que se deslizan en los caminos de la infidelidad conyugal. Múltiples son las causas que abren las puertas de la infidelidad, pero ninguna de ellas lo justifica. Tarde o temprano lo que parece ser un secreto bien guardado quedará expuesto a la luz y para ese momento el dolor que produzca alcanzará dimensiones que escapan de control.
La infidelidad es la ruptura de una promesa de permanecer confiables el uno al otro en la relación de pareja; es un mal uso de la confianza que el cónyuge ha depositado en su pareja. Esta es una experiencia dolorosa que al romperse no lastima solo a la otra parte sin a todo un sistema familiar y aún social. Las causas que llevan a tomar este camino generalmente se han gestado mucho tiempo antes de que se descubra la traición y tristemente encontramos que no solo es responsable el cónyuge infiel sino la otra parte también.
Lo que intento decir es que la infidelidad conyugal es un asunto de dos personas; es una experiencia en la que la otra parte también tiene participación indirecta para que eso ocurra.
Se habla de una fidelidad positiva que apenas un bajo porcentaje de parejas alcanza a desarrollar, estas son las parejas que han sellado su relación con principios sólidos basados en la Biblia. Estas parejas se ocupan de alimentar constantemente su compromiso: “hasta que la muerte nos separe”. En cambio, hay otro tipo de fidelidad que no es tan espontáneo y natural, sino que le exige trabajo a la razón y si no fuera porque además de la voluntad consciente y la fuerza que ciertos diques sociales protegen la relación también sucumbiría en la infidelidad.
La tendencia actual es rendirle una oculta fidelidad a la infidelidad. Cuando de pasión se trata el corazón supera a la razón y rompe toda buena intención o principio que pueda sostener la relación intacta. La mayoría de los matrimonios, por no decir todos, son vulnerables a la ruptura por infidelidad y viven entre la exclusividad y la variedad de pareja. Este fenómeno a la fecha alcanza cifras alarmantes y no solo del lado masculino sino también del lado femenino. El 60% de los matrimonios vive en infidelidad en cualquiera de sus formas; el 55% señala al varón como infiel mientras que el 45% corresponde con las mujeres.
En todas las culturas la infidelidad está presente de alguna manera; ya no queda sociedad donde el adulterio sea desconocido.
Una sana relación de pareja requiere de inversión permanente. Es posible evitar la infidelidad cuando apenas ésta se anuncia en la mente del victimario, sin embargo, es la parte más difícil de superar ya que supone una decisión. Ante un conflicto de esta naturaleza cualquier decisión implica perder algo; es perder el mundo de emociones nuevas y excitantes que genera el idilio de la infidelidad. Lo difícil es dar el primer paso, todo lo demás ocurre automática y desenfrenadamente.
El amor en la pareja no será eterno si no se le cuida. Requiere de algunas condiciones especiales para que se mantenga vivo, ya que cualquier descuido puede debilitar o aún peor apagar el amor que unió a los cónyuges. Es un hecho innegable que la infidelidad es una de las principales causas de separación y de violencia intrafamiliar; tiene muchas repercusiones negativas que afectan a los miembros de la familia. El juego de la infidelidad es un juego difícil de jugar, las reglas son complejas y nocivas y al terminar el idilio todos quedan despedazados. No hay traición que no duela, no hay infidelidad que no manche la relación. Lo que se pone en riesgo en una situación de infidelidad es la confianza básica, y una vez roto este soporte relacional, no hay pareja que soporte seguir en la relación. Recuperar la confianza en la otra persona será tarea difícil que requerirá tiempo y mediación de terceros.
Una sana relación no se encontrará fuera de lo que ya se tiene. Tome conciencia de los alcances de sus enredos afectivos y sea más sensato. Son solo eso… enredos afectivos y pasionales que tarde o temprano producirán dolor y pesar. Lo peor de todo… quizá sea demasiado tarde cuando se quiera enmendar la situación.
Tómese en cuenta lo siguiente, no sobrevalore el amor como una creencia de que se puede ser feliz fuera de las normas y principios básicos sobre los cuales fue creado el matrimonio. En esta época y en las condiciones que tenemos a nivel social y moral no hay matrimonio perfecto. Una sana relación de pareja es algo que se construye día a día. La tendencia de buscar afuera lo que no se tiene en casa es una falsa creencia que solo marca la disfuncionalidad del cónyuge infiel y contamina a toda la familia.