Un corazón agradecido en medio del dolor

Cada año en el mes de noviembre se celebra en Estados Unidos el Día de Acción de Gracias. Miles de personas aprovechan este día festivo para reunirse con sus seres amados y compartir una cena familiar. El propósito original de esta reunión es para que cada persona pueda dar gracias a Dios por las bendiciones que Él les ha otorgado a lo largo del año. ¿No te parece que una reunión familiar de este tipo sería maravillosa en todo el mundo? Reunirse como familia es lindo, pero mucho más lindo es que cada persona tenga la oportunidad de testificar ante sus seres amados como Dios ha obrado en su vida. ¡Nos sorprendería!

El mundo actual está envuelto en un caos. Guerras por un lado, hambre y violencia por el otro. Personas saliendo de sus países en búsqueda de un futuro mejor para sus hijos. Desastres naturales. Incertidumbre por lo que vendrá. Parece que no hay suficientes razones para agradecer. Es más, el otro día me encontraba en una sala de espera. Una señora se acercó y me preguntó por qué yo sonreía. Le dije que simplemente estaba feliz. La señora claramente se molestó con mi respuesta y respondió, “Odio esa palabra. La felicidad me suena a un cuento de hadas… pero te envidio por ser feliz.” Mi corazón se llenó de tristeza al comprender que hay muchas personas que no tienen motivos para sonreír y menos para sentirse agradecidos.

Es verdad, para millones de personas el simple hecho de despertar cada mañana es una lucha existencial. La ansiedad y la depresión han tomado el control de sus vidas y se cuestionan si Dios verdaderamente los ama y si se interesa por sus problemas. Si estás leyendo esto y te identificas con lo que estoy escribiendo, es muy posible que tengas muy pocos deseos de dar gracias a Dios por un día más de vida, y te comprendo. No es mi intención discutir contigo o decirte que dejes de sentir lo que estás sintiendo. Estás en tu derecho. Lo que si te quiero decir es que tienes dos alternativas. Puedes tomar una actitud de resentimiento con la vida por todas las cosas malas que te han sucedido o puedes confiar en que Dios puede convertir cada maldición de tu vida en una bendición.

Al aceptar a Cristo en nuestras vidas no nos estamos vacunando en contra de la maldad o del pecado. Mientras estemos en este mundo seremos vulnerables a todo lo que nos rodea. Lo que sí estamos haciendo es decidir confiar en Dios aun cuando nuestras circunstancias no estén a nuestro favor. Jesús nos prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y que nos daría poder para resistir los ataques del enemigo.

Sin importar cuán difíciles puedan ser los problemas que estemos atravesando, podemos tener la certeza de que Dios está a nuestro lado obrando en nuestro favor. Nuestros sentimientos de derrota y desánimo no cambian el amor y la preocupación que Dios tiene por nosotros. Y aquí viene lo más importante. Nuestra mayor esperanza no está fundada en que nuestros problemas se resuelvan aquí y ahora o en que Dios conteste nuestras oraciones de la manera exacta en que le hayamos pedido. Nuestra mayor esperanza se cumplirá cuando Jesús regrese por segunda vez a ponerle fin a la maldad y al dolor de una vez por todas y a restaurar por completo todo lo que hoy vemos destruido.

Confiar en que así será es suficiente razón para tener esperanza y sentirnos agradecidos aun cuando todo lo que hoy nos rodea se haya caído. Permite que las promesas que se encuentran en la Biblia sean parte de tu diario vivir. Léelas, repítelas y confía en el Dios de tu salvación.

“Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Salmos 27:13, 14).

 

*Si sufres de depresión y sientes que tu vida está en peligro, no dudes en buscar ayuda. Siempre hay esperanza.