Por Eric Flickinger
Ceto. Mediterránea. Baja en carbohidratos. Nórdica. Atkins. La lista de las dietas populares parece casi infinita y cada vez aparecen más. Debido a que la tasa mundial de obesidad se triplicó desde 1975 y los costos de atención médica asociados se dispararon, muchas personas están tratando de encontrar un método rápido y fácil para perder sus libras no deseadas. La solución a veces se presenta en una pastilla. A veces viene en una botella. Tal vez en un plan de alimentación, un libro popular, o un DVD de ejercicios. Sin embargo, suele ocurrir con estas dietas, que tan pronto como la persona abandona el plan, vuelve a subir de peso rápidamente. En 2016, el 39% de los adultos en todo el mundo mayores de 18 años tenía sobrepeso y el 13% era obeso. Lamentablemente, estas cifras siguen aumentando.
Muchos supuestos expertos han descubierto cómo “hackear” el cuerpo humano para lograr que se queme esa grasa no deseada, y como resultado, esto se ha convertido en una industria multimillonaria.
Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto es el plan que el fabricante de nuestros cuerpos ha diseñado para su cuidado. Así como el fabricante de un automóvil nuevo coloca un manual del propietario en su guantera, Dios (nuestro Fabricante) nos ha dado un manual del propietario que nos indica cómo cuidar adecuadamente nuestros cuerpos. No en vano, el manual del propietario se llama la Biblia y tiene mucho que decir acerca de cómo podemos cuidar mejor de nuestra salud. Después de todo, nadie sabe mejor cómo cuidar un vehículo que el que lo hizo.
Para empezar, es importante entender que Dios se preocupa mucho por nosotros y por nuestra salud. 3 Juan 1:2 dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. En Juan 10:10, Jesús también nos dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
Echemos un vistazo a la dieta original que Dios le dio a Adán y Eva en el jardín del Edén, antes de que el pecado entrara en escena. Lo encontramos en Génesis 1:29. Dice: “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer”. Luego, en Génesis 3:18, añade: “Y comerás plantas del campo”.
Bajo esta dieta original, los seres humanos vivieron periodos extraordinariamente largos. Por ejemplo, ¡Matusalén vivió 969 años!
Pero después del diluvio en los días de Noé, Dios modificó su plan dietético original para la humanidad. Permitió que los humanos comieran ciertos tipos de carne, que se describen en Génesis 7 como animales limpios. En Deuteronomio 14 y Levítico 11, Dios compartió qué animales eran considerados limpios. De los animales terrestres, son quienes tienen la pezuña hendida y rumian (Deut. 14:6-8). Estos animales incluirían vacas, ciervos, alces, etc. De las criaturas marinas, son los que tienen aletas y escamas (Deut. 14:9,10). Eso incluye a la mayoría de los peces. Y de las aves, Dios los enumera en Levítico 11. Entre las aves limpias se encuentran los pollos, pavos y aves similares. Muchos de los animales que no encajan en estas categorías todavía tienen un propósito (como los carroñeros), pero Dios explicó que no debían ser ingeridos.
Claramente, las pautas de Dios para los alimentos limpios e inmundos no se aplicaban solo a los judíos, porque los judíos ni siquiera existían en la época de Noé. Además, ¿por qué querría Dios que solo los judíos estuvieran sanos y que los demás estuvieran enfermos?
Dios también sabe que el consumo de alcohol es perjudicial para nuestra salud, por lo que nos aconseja evitarlo (Ver. Prov. 20:1; Prov. 23:31-33; Mar. 15:23).
Pero, ¿no fueron eliminadas estas pautas de salud en la Cruz? Esa es una buena pregunta y la respuesta es bastante simple. Pregúntate: ¿Cómo impactó la muerte de Jesús la anatomía de un cerdo? ¿O los efectos del alcohol? ¿O el funcionamiento del sistema digestivo en los seres humanos? La respuesta es: La muerte de Cristo no impactó estas cosas de ninguna manera. Sus pautas de salud son tan relevantes hoy como lo fueron cuando creó a la humanidad por primera vez.
De manera similar, Dios, en su misericordia y amor, nos presenta tres dietas diferentes de las cuales podemos elegir. La dieta ideal es la que Él introdujo en el Edén; una dieta bien planificada, equilibrada, a base de plantas. También está la dieta aceptable; una que incluye animales limpios. Por último, está la dieta inaceptable; una que incluye animales impuros, alcohol y el consumo de otras sustancias dañinas. En última instancia, Dios nos da la libertad de elegir lo que queramos. Eso sí, junto con nuestra elección vendrán los beneficios o las consecuencias que esperamos.